Wednesday, December 27, 2006

Antropología psicópata

Hasta hace unos días pensaba que el hombre venía del mono. ¿Quién lo puede negar? ¿Acaso nunca nadie se sentó en el piso con las piernas abiertas mientras se rascaba los huevos y miraba para todos lados con cara de demente aparentando no entender lo que había a su alrededor? ¿Acaso nadie corrió pegándose en el pecho, colgándose de las ramas y gritando como si fuera imbécil "ah-ah-ah"; con el fin de conquistar a su dama?
Claro, ahora hay métodos más eficientes. Uno para rascarse un huevo se mete las manos en los bolsillos y disimuladamente lo puede hacer en plena reunión sin por ello atentar contra sus compromisos sociales. Y para conquistar a una chica uno puede usar marcas de ropa bien caras, cuestión de poder tirársela de glamuroso y ser un conquistador (eso se practica en el baño unas horas antes; te ponés frente al espejo con el pelo engominado al mejor estilo Juan Andrés Ramírez y usando lentes de sol, te los levantás un poquito, estirás el dedo índice señalándote al espejo y después decís :"tu eres mi chica nena" -con eso te las ganás a todas... si el consejo no sirve pueden mandarme un mail quejándose-).

Las primeras (y profundas) conclusiones serían 1- que el hombre tiene compromisos sociales ya que si no se podría rascar las bolas con libertad; y 2- que es imbécil. Y todo ello ronda en lo mismo: el hombre, a diferencia del mono, pretende tener cosas. Le gusta la propiedad, le gusta la platita, le gustan los lentes de sol xa hacerse el langa. Y aquí, entre tanta frase difusa que aparenta ser incoherente llegamos al consumismo, y lo que inmediatamente nos lleva al capitalismo. Traduciéndolo, digamos que el hombre para ser feliz necesita de las cosas materiales; conclusión que nos demuestra nuestra grotesca estupidez, pero que por ello no deja de ser una verdad absoluta que revela nuestra esencia.
A todos les importa el dinero; quien lo tiene quiere más (en Uruguay nunca es suficiente) y quien no lo tiene, lo quiere. Y con eso se pueden comprar todas esas porquerías que no sirven para nada, pero que están en el mercado y q por ende tenemos la necesidad psicológica de consumirlas (y con toda esta maraña de pensamientos no quiero que crean que estoy quejándome del mercado; tan solo quiero hacer un paralelismo con el mono).

El mono no tenía todas estas cosas. Él (al igual que la mona) tan solo quería bananas. Pero el mono no estaba preocupado por estos capitalismos alocados.
Y acá la teoría de respaldar a Darwin aparentemente se me iría a la mierda, si no fuera porque había una vez hace unos siglos que un señor medio loco llamado Rousseau vino a decir que el hombre se corrompió y que se le pudrió el cerebro cuando se unió a la sociedad. Es decir, q el hombre dejó de ser mono cuando empezó a convivir con otros hombres (y digo "hombres" en el sentido de hombres y mujeres, de lo contario el hombre hubiera pasado de ser mono a ser trolo).

Pero Rousseau era un viejo medio loco, y yo no creo en eso de la pureza del ser humano desde su nacimiento. Y lo pude comprobar el otro día. Estaba con unos niños muy buenos y simpáticos (mis sobrinitos) y veía como se peleaban por una cuerda (juguete). "Es mía", "no, es mía"... bla bla bla y bla. Y llantos, y cosas del estilo. Hasta que al final vino la autoridad suprema (algo así como el Estado en su función represora, encarnada en el abuelo) y les sacó la cuerda xa q se dejaran de joder. Ahí me dí cuenta que el sentimiento de la propiedad está presente en los niños, al igual que lo está en los hombres (también me dí cuenta de que una vez terminado el problema, la autoridad en su función represora le dió la cuerda a quién se le cantó, siendo esta decisión considerada como una solución justa -¿?- por el mero hecho de haber sido resuelta por un tercero imparcial dotado de autoridad; pero esto no sería un contaste con los monos sino con la organización de los monos, así q no vale la pena reflexionarlo en este momento).
Empecé a repensar (luego de ver la actitud de los nenes) y me dí cuenta que yo tb era así; era tan allegado a mis cosas que ni siquiera las quería prestar... ¿Por qué? Porque eran mías... Nadie nunca me había enseñado que esas cosas eran mías y que por ende tenía derecho a protegerlas de los demás (lo que equivaldría a decir que el sentimiento de propiedad es un derecho adquirido); al contrario, me enseñaron a compartirlas... Con los años uno elije con quién compartirlas, y si es conveniente hacerlo o no. Bueno, en realidad en la actualidad las sociedades tienden a que las mayorías decidan que deben hacer todos sus miembros con sus propiedades, pero discutir eso sería irnos a la mierda de esta "antropología psicópata".

Quisiera concluir con una foto de Carlos Tévez (que ya había puesto hace unos meses en este blog) que me hace sentir más mono que nunca. Ustedes deciden entre creerle al Papa o creerme a mí...

1 Comments:

Blogger Mr. Vriyante said ...

Me voy a la mierda por unos días. Cuando vuelva escribo algo. después me voy a la mierda por más o menos un mes.

Saludos!.

3:39 am  

Post a Comment

<< Home